No se pasa por allí, no toca cerca de casi nada, no es que la carretera sea buena, no es que haga fresco en verano, no es que no haga frío en invierno, no es que tenga una hermosa catedral, no es que tenga ninguna bodega renombrada, es que no tienes otro remedio que ir más que porque si. Pero en cuanto vayas a San Felices, pronto te darás cuenta que ha merecido la pena. Que allí no vas a echar en falta, ni tener cerca nada, ni que el verano sea caluroso y el invierno frío, ni beber un buen vino y comer un buen asado. Si lo que buscas es la tranquilidad allí lo vas a tener, pero no te equivoques. No es una tranquilidad obligada por la escasez o aislamiento, es un tranquilidad provocada. Vas a tener si lo quieres, unos paseos entre plantaciones de lavanda y lavandín que desprenden su particular fragancia. Vas a poder elegir itinerario para tus paseos sin mas limitación que la que marque tu pulsómetro o programa de entrenamiento. Vas a poder tomar baños de sol en la terraza cerca del campanario. Tomar una cerveza helada después de una ruta bajo el sol. Una ducha o una sesión de sauna o spa. Un baño relajante. Un descanso reparador. En definitiva lo que se te ocurra lo vas a tener en el hotel rural Las Abadías. Un establecimiento regido por Virginia y Damián que forma parte de su proyecto de vida. Es un lugar que sorprende por la categoría de los servicios que ofrece y que se ocultan detrás de una bien restaurada fachada de piedra pero que no tiene grandes diferencias sobre cualquier otro de un edificio bien restaurado, la diferencia está por dentro.
No voy a decirte, «si te pierdes por allí, no dejes de entrar» porque por allí no te puedes perder, lo que voy a decirte es que te pases por allí.